La calidad del agua: un reto de precisión y responsabilidad
Cuando hablamos de calidad del agua, solemos referirnos a si es o no es potable. Este concepto, no obstante, es mucho más complejo de lo que podría parecer de entrada. La calidad del agua para el consumo humano se mide mediante parámetros físicos, químicos y biológicos recogidos en la normativa vigente (el Real Decreto 3/2023, de 10 de enero), que establece los valores máximos permitidos, la sensibilidad analítica requerida y la precisión de la cuantificación.
Un vistazo a los parámetros físicos
Los parámetros físicos incluyen la temperatura, la turbidez, el color y la conductividad eléctrica (indicadora de la salinidad). También se añaden medidas como la transmitancia y la absorbancia, que reflejan la capacidad del agua para dejar pasar o absorber la luz ultravioleta. Cuanta más luz atraviesa la muestra, más pura se considera el agua.
El universo químico del agua
Los parámetros químicos evalúan la presencia y la concentración de sustancias disueltas. Entre los más relevantes están los siguientes:
Sales disueltas: Iones como el sodio, el calcio, el magnesio o el potasio (cationes), y cloruros, bicarbonatos, nitratos o sulfatos (aniones).
Radionucleidos: La normativa exige cuantificar la radiactividad mediante parámetros como la actividad alfa y beta, el tritio, el radón y la dosis indicativa.
Sustancias de origen natural o metabólico: En aguas superficiales pueden aparecer ácidos húmicos y fúlvicos, clorofila, toxinas de algas o restos de hormonas procedentes de las aguas residuales.
Contaminantes de síntesis: Una amplia gama de compuestos industriales, como biocidas, disolventes o fármacos. Destacan las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFA), conocidas como contaminantes eternos por su persistencia en el medio ambiente.
Los indicadores biológicos
Los parámetros biológicos se centran en la detección de microorganismos que pueden provocar enferme dades. Se utilizan indicadores microbiológicos, especialmente los que revelan contaminación fecal. Estos microorganismos deben estar ausentes en al menos 100 mililitros de agua. La normativa actual incluye bacterias (como coliformes o enterococos), pero también virus (colífagos somáticos) y protozoos (como Cryptosporidium).
La revolución analítica
Desde los años sesenta, el avance de la química analítica ha sido espectacular. Según el Dr. Rhodes Trussell, la precisión de las técnicas analíticas ha aumentado tres órdenes de magnitud cada veinte años (Trussell, 2013, conferencia impartida en el marco de la entrega de los premios Clarke, del Instituto Nacional de Investigación del Agua, en California, Estados Unidos). Esto significa que se ha pasado de detectar sustancias en miligramos por litro a nanogramos por litro: un incremento de la resolución de un millón de veces.
¿Cuán extrema es esta precisión?
Para detectar 1 nanogramo por litro (ng/l) de azúcar en agua, deberíamos disolver un sobre de azúcar de 8 gramos en 8.000 millones de litros de agua. Esto equivale a llenar un campo de fútbol con una columna de agua de 1.000 metros de altitud.
Esta sensibilidad ha forzado a revisar constantemente los umbrales que se consideran seguros para la salud humana, especialmente porque para muchas sustancias todavía se desconoce el grado de afectación tóxica o exposición temporal.
Hacia una purificación indispensable
En un contexto de presión demográfica, cambio climático y empeoramiento de la calidad de las fuentes de abastecimiento, la normativa exige cada vez aguas más puras, lo que incrementa la complejidad del tratamiento y la gestión de los residuos genera dos. Con frecuencia las sustancias eliminadas regresan al medio, lo que complica la potabilización para los sistemas que captan aguas abajo.
Ante este reto, la purificación se perfila como una so lución clave. Instalaciones como las ETAP de Abrera y Sant Joan Despí, que abastecen a gran parte del área metropolitana de Barcelona, ya utilizan tecnologías avanzadas para tratar aguas superficiales con una alta proporción de efluentes depurados, especial mente en situaciones de sequía.
La incorporación en el ciclo del agua de sistemas de purificación y monitorización en tiempo real no solo asegura el cumplimiento normativo, sino que también permite recuperar recursos como las aguas regeneradas. Este enfoque será imprescindible para garantizar el abastecimiento en un siglo XXI marcado por la incertidumbre hidrológica.
La incorporación de sistemas de purificación y monitorización en tiempo real asegura el cumplimiento normativo y permite recuperar recursos como las aguas regeneradas.